El ambicioso Aventurero encontró esta tenaz flor en unas ruinas lejanas y sombrías.
Se sintió tan conmovido por ella, la cual brotó de una tierra sin vida, que casi se olvidó de los tesoros escondidos en las profundidades de las ruinas.
Tras una breve reflexión, arrancó la flor, se la puso como broche y se aventuró en la oscuridad.

Este pañuelo verde no tiene nada de especial. Su firme tejido es ideal para absorber la humedad y bloquear el polvo.
Al igual que el pañuelo, su portador era un común mortal.
Pero los secretos escondidos en las estrellas de lo alto del cielo y los abismos de las profundidades de la tierra
estaban esperando ser descubiertos por él.

Un viejo cáliz dorado que el Aventurero usaba para beber agua. Se dice que lo encontró en unas antiguas ruinas.
En su parte exterior, había incrustada una piedra preciosa descolorida en la que estaban grabados unos símbolos antiguos.
Al final, el Aventurero se tuvo que despedir de su vida nómada,
y cambió este antiguo cáliz dorado por el brillante Mora.

El Aventurero viajó una vez por un bosque en busca de raras bestias nunca antes vistas.
Caminando por el bosque imprudentemente, se tropezó con las raíces de un árbol.
Cayó inconsciente, pero, al despertarse, vio a una dama tan hermosa que estaba dispuesto a renunciar a la vida de aventurero por ella.
Su cabello estaba adornado con un ramo de plumas que decoraba su onírico aspecto.

Un reloj de bolsillo perteneciente al Aventurero. Fue hecho a mano por un maestro relojero con simplicidad y practicidad, dos de los valores del Gremio de Aventureros.
El Aventurero pasó la mayor parte de sus días en la oscuridad, donde la única prueba del paso del tiempo era el tictac del reloj.
Incluso después de que él renunciase a la vida que amaba y viviera una vida normal durante años,
el reloj de bolsillo permaneció en silencio en un escaparate esperando su próxima aventura.