El pequeño Guerrero se escabulló en la noche y con su amigo se precipitó hacia el bosque de los lobos.
Perseguía a los jabalíes con su honda, y con ramas gruesas peleaba contra monstruos imaginarios.
Siguiendo al brillante Seelie en lo profundo del bosque, descubrió un tesoro que había estado enterrado durante mil años.
Ese tesoro era una pequeña flor amarilla.
Cuando el Guerrero, ya muy cansado, regresó a la habitación de su infancia e inspeccionó el objeto que consiguió en su primera aventura,
descubrió, para su sorpresa, que la flor que había resguardado desde hace tanto tiempo aún no se había marchitado.
Pero eso era lo único que no había cambiado con el paso de los años.

El pequeño Guerrero emprendió el camino de la resistencia desde el momento en que se adentró en el profundo y misterioso bosque.
Su mejor compañero de juegos interpretó el papel del caballero campeón de la aristocracia.
“Por el campo de batalla caminaré como un león, como lo hizo ella hace mil años.
Inspiraré canciones con mi espada para las generaciones futuras”.
Sus espadas de juguete y las ramas de los árboles chocaron en su feroz duelo.
Hasta que, por fin, el Guerrero ganó y les arrebató las coronas a los aristócratas.
La corona de flores, aunque toscamente elaborada,
parecía aún más valiosa que el poder del que gozaba un comandante de caballería.

El joven Guerrero probó por primera vez el dulce vino de la victoria cuando su primera batalla terminó.
Mientras bebía junto a sus más íntimos compañeros de batalla, vio como la alegría y la oscuridad se mezclaban en su copa.
Muchos años después, cuando tuvo lugar el gran desastre, llevó a los caballeros a luchar por su tierra natal.
En vísperas de la batalla, invitó a su ayudante y amigo de la infancia a beber con él.
“Si no vuelves victorioso, no lloraré por ti.
Haré lo mismo que voy a hacer hoy: brindar por ti”.

Para consolar a su compañero tan llorón, el joven Guerrero le dio a su amigo una pluma de pájaro.
La pluma demostraba que eran compañeros de aventuras y era la prueba del tesoro que encontraron juntos. Con ella, su compañero se volvió más valiente.
Más tarde, uno de ellos fue nombrado “León”.
Se convirtió en el rey sin corona que lideraba a muchos caballeros.
Por otro lado, el otro fue nombrado “Lobo”.
Este apoyó a su buen amigo desde las sombras y se encargaba de los asuntos de la nación.
En aquella época tan convulsa, ambos se defendieron tanto mutuamente como a sus familias, como si uno fuera una espada y el otro, una daga.
Pero aquello ocurrió hace mucho, mucho tiempo.
Muchas cosas sucedieron durante la gran catástrofe, lo que lo cambió todo por completo.

Cuando las oscuras maldiciones y las raíces de la calamidad infestaron la tierra,
los caballeros que estaban en una expedición por una tierra lejana se tuvieron que enfrentar cara a cara contra el horror. Su formación militar era gélida como los glaciares del norte.
El acero de sus grandes espadas brillaba intensamente, y la sangre oscura cayó como lluvia envenenada.
Por fin, el Guerrero regresó a casa, pero esta vez sin su viejo amigo.
Muchas cosas habían cambiado, salvo el reloj de arena que le había regalado su compañero de la infancia.