Una flor silvestre púrpura que sobrevivió en las cenizas volcánicas.
Fue testigo de la destrucción total de la antigua tribu.
El chamán invocó al Ave del Trueno utilizando sangre de una persona inocente.
La tribu esperaba ansiosa que aceptara sus sagradas ofrendas, y recitaron profecías.
Sin embargo, lo que descendió con el ave fue el rayo de la destrucción.
Para corresponder la vez que escuchó aquella canción y traer su cruel venganza sobre la tribu del niño,
el Ave del Trueno mostró sus verdaderas intenciones, eliminando a la tribu de la faz de la tierra.

En la antigua tribu que adoraba al Ave del Trueno,
los nobles chamanes llevaban esta corona.
El ave que se elevaba a través de las tormentas eléctricas traía truenos violetas y lluvia.
Las tribus antiguas temían sus poderes y le agradecían sus bendiciones.
Por ello, los chamanes fueron elegidos para ser los que le ofrecieran sacrificios de sangre a cambio de protección y perdón.
El Ave del Trueno era un monstruo al que no le importaba si los hombres lo adoraban.
Pero esto nadie lo sabía, y sus acciones impredecibles se consideraban presagios de que algo iba a suceder.
Sin embargo, el trueno era su aliento, igual que la vida y la muerte del hombre.
Desde el cielo, los hombres no eran distintos a los animales.
Hasta que un día, una canción atravesó la feroz tormenta,
rasgando las nubes y otorgándole luz.

Una copa ritual utilizada por los chamanes de una antigua tribu.
Contiene la sangre que se ofrecía al Ave del Trueno.
En las estaciones en las que el Ave del Trueno volaba en medio de las montañas tormentosas, un muchacho joven cantaba sin miedo.
Atraído por su voz, la orgullosa ave aterrizó a su lado.
“Curiosa melodía, pequeño humano. ¿No tienes miedo de los truenos y las tormentas?”
“Los adultos de mi tribu dicen que soy el enviado que traerá paz a los truenos y las tormentas”,
respondió el joven muchacho tras dejar de cantar.
El Ave del Trueno gritó e inmediatamente guardó silencio.
Aquella canción le pareció cautivadora.
Aquel fue el primer y último encuentro entre el Ave del Trueno y aquel niño.
Cuando el Ave lo volvió a buscar, solo vio la sangre de una copa vertida sobre el altar de sacrificios.

La pluma perdida del Ave del Trueno. De ella emana un brillo púrpura.
Sirve como el último testigo de la destrucción de la tribu.
La antigua tribu, que consideraba al Ave del Trueno su protectora, fue aniquilada por esta en un abrir y cerrar de ojos.
Una noche sombría, el ave se hizo buena amiga de un muchacho.
Una vez que partió, el muchacho recogió la pluma que dejó caer.
“Cuando vuelvas con truenos y lluvia,
te cantaré otra canción”.
Al no cumplir con su promesa, el Ave del Trueno enfureció
y dejó la montaña hecha cenizas.
Empezaron a considerarla un monstruo y, años después, fue asesinada.
Pasó el tiempo y la tierra quemada se revitalizó.
La pluma del rayo quedó enterrada entre la grama,
pero las historias de ambos perecieron junto con la tribu.

Un lujoso reloj de arena perteneciente a la antigua tribu que adoraba al Ave del Trueno.
Cuando la tribu desapareció, el reloj de arena también lo hizo.
Este lujoso reloj de arena está hecho con amatista y oro ámbar perteneciente a un chamán.
Indicaba el momento exacto para ofrecer sacrificios cuando llegaba la época en la que el Ave del Trueno descendía a la tierra.
En el último festival que celebró la tribu, la furiosa Ave del Trueno arrancó del suelo el altar manchado de sangre.
El presagio de la llegada del protector se convirtió en un augurio de la destrucción de la tribu,
a la que el ave diezmó en venganza por una canción.
Lo que el Ave del Trueno nunca supo es que la ofrenda de la tribu era el propio muchacho.
Estuvo dispuesto a sacrificarse a sí mismo por el bien de la tribu y por las bendiciones del ave.