Solo la voz clara de la doncella
podía traerle sosiego al Guardián.
La historia entre ambos duró un instante.
Al final, la sangre del caballero se derramó,
mientras la doncella se quedó sin lágrimas que llorar ni canciones que cantar.

Siempre hay que tener un plan de contingencia.
El Guardián siempre llevaba esta bandana como recordatorio para ello.
En caso de emergencia, podría servirle como vendaje para detener el sangrado de una herida.
Debido a la importancia de tener un plan de contingencia, compartió su habilidad con la espada con los caballeros que estaban bajo el mando de su amigo.
Con este credo también fue mentor de un caballero blanco que amaba la justicia por encima de todo.
Por la importancia de tener dicho plan, cortó innumerables capullos de flores del mal que, de otra forma, habrían florecido.
Necesitaba estar lo suficientemente preparado
para que, aunque llegara el día en que no fuera capaz de defender su tierra,
proteger a su amigo o a la doncella que le gustaba cantar, siguiera siendo capaz de protegerlos.

Una cantimplora para aguardiente vieja y corriente.
Si uno tuviera que señalar algo especial de ella,
sería que ni una sola vez ha contenido una gota de alcohol.
“Vamos, alguna vez tendrás que probar un poco de vino”,
bromeó el viejo amigo y superior del Guardián.
“¡Deja de fruncir el ceño! ¡Toma un poco de vino y canta!”
“Así es como nos armamos de valor para el día de mañana”.

El emblema en forma de escudo grabado en esta pluma brilla bajo la pálida luz de la luna.
Hace mucho tiempo, esta luz solía infundir miedo en los corazones de los malhechores y ladrones.
El Guardián tenía un título de caballero muy honorable.
Pero por la noche, ocultaba su emblema y su rostro bajo un manto.
Así, podía deshacerse de la ataduras y hacer lo que debía hacer:
algo que un noble caballero no podría.

El tictac de las manecillas del reloj, la luz de la vela, las pilas de documentos...
La silueta de alguien bajo la luna, una capa oscura y una espada...
Estos eran los acompañantes del solitario Guardián.
Pero no importaba a dónde fuera, para él, el tiempo nunca era suficiente.
Su superior, despreocupado y orgulloso, solía reírse de la sequedad, del rostro inexpresivo y de la aversión a divertirse del Guardián.
Él nunca miraba atrás en el pasado. Solo tenía ojos para el presente y el futuro.
Solo eliminando hasta el último rastro de maldad, sin importar los medios,
si eliminaba hasta el último rastro de maldad en ella, fuese como fuese.
Solo podía imaginar cosas en las que normalmente no pensaba
cuando veía a esa doncella de día en la plaza.
Solo entonces podía reflexionar acerca de su futuro...