Todo sucedió antes de que el aristócrata exiliado se involucrara en la disputa familiar.
Fue como una prematura flor que se abrió antes de que la familia se hubiera visto afectada por el complot.
Tras presenciar la crueldad humana, el Exiliado dejó atrás su amabilidad y gentileza.
Pero la sonrisa inocente que una vez tuvo gracias a esta flor marchita siempre será su más preciado tesoro.

El Exiliado fue una vez un niño en una casa noble. Tuvo una infancia despreocupada y su patio de recreo era un palacio construido con plata.
En la antigüedad, la corona de su padre era símbolo de gentileza y nobleza.
Sin embargo, años más tarde, una disputa familiar tiñó el decadente palacio de color rojo sangre.
La corona de la vergüenza, que acompañó al Exiliado desde entonces, se convirtió en la prueba de su crimen.

Un cáliz de plata que es herencia familiar de un aristócrata exiliado. En su parte exterior, había una gema incrustada en la que estaba grabado el escudo de su familia.
Después de que el exilio avergonzara a su familia, decidió forjar el símbolo del que una vez se sintió orgulloso.
Como resultado, este cáliz roto dejó de servir como recipiente para líquidos.
Aun así, el Exiliado lo siguió llevando consigo hasta el final de su viaje.

El Exiliado viajó solo por la naturaleza, cruzando llanuras y bosques.
Una pluma azul cayó sobre su hombro a través de gruesas capas de nubes oscuras.
Provenía de un pájaro en apuros que escapaba de un halcón, igual que el Exiliado.
La pluma representa el espíritu de un pájaro libre sin nido, igual que el Exiliado.

El joven aristócrata consiguió un reloj de bolsillo en sus efímeros buenos tiempos.
Este delicado reloj registraba cada momento de su infancia.
Pero una tragedia puso fin abruptamente a aquellos días sin preocupaciones,
dejándole sin más opción que embarcarse en el largo viaje del exilio.