Broche de la Jugadora
A los jugadores les gusta hacer alarde de su riqueza, aunque su dinero puede desaparecer de la noche a la mañana.La Jugadora, por ejemplo, solía ponerse un enorme y exótico broche de flores en las orejas. Era ciertamente un adorno llamativo.Pero lo que nadie era capaz de ver era el truco cuidadosamente escondido en el receptáculo de la flor.La Jugadora solo sacaba el dado de detrás del broche en caso de emergencia.Así, daba la vuelta al marcador intercambiando sus dados bajo la atenta mirada de todos los espectadores.
Aretes de la Jugadora
Estos ostentosos aretes son la representación perfecta de la riqueza transitoria de la Jugadora.El brillo de sus gemas es tan relajante como el azul del cielo o las aguas de un lago.Estos aros estaban recubiertos de una sustancia sedante para mantener a la Jugadora tranquila durante el juego.En los juegos en los que la apuesta era la propia vida, mantener la compostura era la clave de la victoria.
Cubilete de la Jugadora
Todo buen jugador de apuestas es más o menos supersticioso, y uno de sus mayores intereses son los cubiletes de dados hechos a medida.Este era el cubilete de la Jugadora. Sorprendentemente, no tenía instalado ningún complicado mecanismo.Una mitad de la suerte de la Jugadora la decidía el destino, y la otra, ella misma.Además, nunca tiraba los dados fuera de la mesa.
Pluma de la Jugadora
Esta colorida pluma servía como decoración del sombrero de la Jugadora. Su extravagancia repugnaba incluso a los verdaderos aristócratas.Pero lo que estos no veían era el delicado mecanismo oculto tras su superficie.Llegado el momento, la Jugadora revelaba con destreza la carta ganadora.Al ver esta carta, la mirada desdeñosa y condescendiente de los aristócratas entraba en estado de shock.
Reloj de Bolsillo de la Jugadora
Para que el truco de la Jugadora funcionase a la perfección, era necesario esperar al momento oportuno.Por eso, siempre llevaba un reloj de bolsillo dorado en un bolsillo de su pecho.De todos los juegos que jugaba, siempre había alguna vez que se salvaba gracias a su aguda percepción del tiempo.