Un arco hecho de ramas blancas, con una ornamentación dorada y bendecido por el bosque.
Los árboles que producen este tipo de ramas blancas son muy poco comunes hoy en día.
En el pasado, la bendición del arma estuvo cubierta con una sangre oscura, pero esa mancha fue purificada con agua.
La cazadora que cazaba bestias oscuras parecía tener una tarea interminable.
Pasaba noches esperando junto a pilas de hojas marchitas, y días escondida bajo los montones de carne las bestias.
Todo para disparar una flecha que atravesara el corazón de su presa y, después, seguir buscando un nuevo trofeo.
Con el paso del tiempo, la cazadora dejó de preocuparse de que el viento la delatara al llevar su olor hasta sus presas.
Entonces, dejó de ocultar su olor humano con flores silvestres,
ya que había comenzado a despedir el mismo hedor al que los monstruos estaban tan acostumbrados.
Olvidó el lenguaje de los humanos incluso antes de convertirse en cazadora.
A lo largo de sus cacerías interminables, olvidó lo que era el tiempo, el sol y la luna.
Olvidó el campo de caza infinito que le habían prometido originalmente.
Y también olvidó al joven ciego que la encontró por primera vez, que le entregó el arco hecho de ramas blancas y que la hizo
marchar por la senda de las bestias oscuras.
Sí, incluso a él lo olvidó por centrar su vida por completo en la caza.
“Aquellos que están manchados de sangre nunca encontrarán el infinito campo de caza.
No, maestro, nunca lo encontrarán, pues este mundo infestado de feroces bestias es mi campo de caza”.
Al ver su reflejo en un apacible estanque en el que se reflejaba la luz de la luna, la cazadora se percató de que, sin darse cuenta, ella misma se había convertido en una bestia salvaje.
Siguiendo la senda que había recorrido esta “bestia”, en el reflejo del agua de aquel estanque se podía ver a un caballero oscuro que blandía una espada, y que la encontró totalmente desorientada.
“Vaya, no eres nada más que otro monstruo aturdido por el reflejo de la luna llena en el agua, y que debe ser exterminado.
Qué extraño. Por un breve momento pensé que eras una chica que se había perdido en el bosque.
Seguiré dirigiéndome hacia el oeste. Para hacer justicia… y para purgar el pecado que convierte a los humanos en bestias salvajes”.
