Oh, Nagarjuna:
Con la luz de incontables espíritus, bendigo esta gran tierra eterna.
Cuando la inmundicia del fondo del abismo mancilló el primer reino, los gloriosos espíritus que asistían
a la Maestra de la Sabiduría se esparcieron en miles de formas.
Subí corriente arriba por las aguas de la pena y la culpa para beber del dulce rocío.
Y abrí una ruta para los espíritus bondadosos, para que la luz de la sabiduría ilumine cada rincón.

Oh, Nagarjuna:
Con la luz de incontables espíritus, alimento a los espíritus bondadosos del mar de flores.
Contempla el alma iluminada por esos espíritus, contempla al último descendiente de la deidad de las plantas.
Contempla a los guerreros que sobrevivieron a cien batallas, enemigos de devs y de demonios.
Ni la turbia oscuridad ultraterrena pudo corroer sus cuerpos.

Oh, Nagarjuna:
Con la luz de incontables espíritus, trascendí la muerte de esta tierra inmunda.
Purifiqué a los inocentes de sus pecados para que renacieran en una tierra pura libre de sufrimiento.
Las venas de la tierra esconden las semillas kármicas de las que todo nace.
La decadencia y el esplendor temporales en este mundo no son sino ilusiones que ocurren en las semillas.

Oh, Nagarjuna:
Con la luz de incontables espíritus, limpié los altos cielos de cubiles.
El lodo que mana de las profundidades finalmente retrocedió.
Y el legado perdido de Dahri quedó sometido a la ley celestial.
Mil canciones se entonaron a la vez y el diluvio pausó.

Oh, Nagarjuna:
La marea oscura y la oscuridad de las profundidades podrían regresar.
Si eso ocurre, entona este himno para invocar a la invencible luz de los espíritus.
Ella nos guiará en nuestro ascenso.