Lo primero que hace Mika cuando llega a la Sede de los Caballeros de Favonius es encargarse de aquellas tareas que debe completar junto a sus compañeros. Una vez finalizado su trabajo, se marcha pasando desapercibido, simplemente porque no desea molestar al resto de sus compañeros mientras trabajan.
Mika se pone extremadamente nervioso cuando alguien entabla una conversación con él, por lo que procura poner fin a la charla de la manera más respetuosa posible antes de irse hecho un completo manojo de nervios.
Los Caballeros de Favonius saben que este joven se llama Mika, que es hermano de Huffman, otro de sus compañeros, que es el segundo hijo de los Schmidt y miembro de la Compañía de Reconocimiento.
Lo que no saben es en qué consiste su trabajo, ni tampoco que el nuevo mapa militar que utilizan los Caballeros es precisamente el resultado del duro trabajo de este joven.
La nueva versión del mapa no solo recoge todo tipo de información logística sobre Mondstadt y sus aledaños, sino que también incluye una ingente cantidad de indicaciones prácticas, como por ejemplo, el estado de los caminos, la ubicación de las hordas de monstruos, posibles zonas elevadas donde refugiarse de ellos, la ubicación y la posibilidad de explotación de diversas fuentes de recursos... El mapa es tan detallado que, al leerlo, no sabes ni dónde mirar.
Al fin y al cabo, se trata del fruto de la experiencia de primera mano del joven Mika, que pasó dos años explorando cada recóndito rincón de Mondstadt.
Los caballeros que han tenido la oportunidad de luchar a su lado saben que acostumbra a alternar entre la lanza y la ballesta durante el combate, lo que siempre resulta impactante.
Sin embargo, Mika insiste en que no hablen de él al conversar con otros caballeros, a no ser que sea imprescindible.
“A Mika le aterra ser el centro de atención, por no hablar de recibir cumplidos. Incluso se echa a temblar si le miras durante demasiado tiempo. Como sus superiores, y en agradecimiento por sus constantes aportaciones a los Caballeros de Favonius, ¡lo mínimo que podemos hacer es intentar que se sienta lo más cómodo posible!”.

Mika nació en el seno de una familia muy afectuosa. Su madre trabajaba como escritora itinerante, su padre es un Caballero de Favonius retirado y su hermano mayor, Huffman, es también caballero de la organización.
Por la época en la que Mika acababa de aprender a leer, su padre estaba fuera de la ciudad, acompañando a su madre durante la recopilación de material para su próxima obra. Por eso, toda la responsabilidad de cuidar de Mika recayó sobre los hombros de su hermano mayor.
Sin embargo, por aquella época, Huffman ya se codeaba con sus amigos Caballeros de Favonius. Por las mañanas, se dedicaba por completo a trabajar, y por las noches, salía a beber con sus compañeros. Su vida carecía del tiempo y el orden necesarios para criar a su hermanito.
Así que, al final, el pequeño Mika tuvo que aprender a cuidarse a sí mismo durante el día y a Huffman durante las noches. A su edad, los niños se pasaban el día correteando y disfrutando de una vida libre de preocupaciones, pero Mika ya había aprendido a mantener un estricto horario y una rigurosa rutina que en ocasiones también incluía ayudar a su hermano en los quehaceres del día a día.
Durante sus viajes, sus padres solían enviar una carta a la semana para que los niños supieran que estaban bien. La madre de Mika y Huffman era una excelente escritora capaz de convertir cada palabra que escribía en un dulce cuento para niños. A Mika le encantaba sentarse a leer las cartas de su madre mientras consultaba el mapa. Solía marcar la nueva ubicación de sus padres en aquel pedazo de papel y dibujar las posibles rutas que habrían tomado. Imaginar las emocionantes aventuras que habrían vivido sus padres a lo largo del camino era su pasatiempo preferido.
Y así, sin darse cuenta, empezó a desarrollar una verdadera afición por el estudio de los mapas. Es más, llegó a memorizar la morfología detallada del terreno de varias zonas.
Por desgracia, un día Huffman hizo trizas las ilusiones de su hermano: “El mapa que te dejaron mamá y papá está demasiado desactualizado y no es lo suficientemente preciso, así que lo has memorizado para nada”.
Aunque lo cierto es que era de esperar. Al fin y al cabo, aquellos que recorrían a diario este vasto mundo eran en su mayoría aventureros que solo tenían un objetivo: cumplir encargos para ganar Moras. ¿Por qué iban a preocuparse por la inexactitud de un mapa?
Por otra parte, los cartógrafos no contaban con las dotes de combate necesarias para aventurarse en la naturaleza, y su presupuesto tampoco les permitía contratar una escolta que los protegiera.
Tal vez algún día, los Caballeros de Favonius tendrían presupuesto suficiente para contratar a algún experto que se encargara del asunto. Aunque, teniendo en cuenta la época de paz y prosperidad que vivía Mondstadt, aquella idea no parecía del todo plausible.
Esto hizo a Mika reflexionar. Tal vez, igual que sus padres, él también podría recorrer el mundo entero tomando nota de cada minúsculo detalle. Desde luego, no podía imaginar nada más divertido que eso.
Desde entonces, Mika siempre ha tenido claro su propósito en la vida:
“Me convertiré en el cartógrafo oficial de los Caballeros de Favonius”.
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Cuando los padres de Mika volvieron a Mondstadt, se alegraron mucho de que él les hablara de su recién descubierta vocación, y prometieron apoyarlo en todo lo que pudieran.
Desde entonces, Mika pasó buena parte de su tiempo en la biblioteca, totalmente concentrado en aprender sobre la geografía de Teyvat y perfeccionando sus dotes para la cartografía.
Al ver su dedicación y esfuerzo, Lisa no pudo evitar encariñarse con el joven, por lo que siempre le recomendaba nuevos materiales de estudio y le orientó para que estudiara de manera más eficiente.
Hasta que llegó el día en que Mika se ganó el pleno reconocimiento de Lisa: “Con todo lo que sabes, seguro que hasta te admitirían en la Academia de Sumeru”.
Tras oír aquellas palabras, Mika no dejó de buscar una oportunidad para poner a prueba sus conocimientos. Por suerte, pronto coincidió con otra visitante habitual de la biblioteca, Ella Musk. La joven buscaba un guía que la acompañara a un lugar bastante lejano para hablar con unos Hilichurls.
Ese fue el primer trabajo de Mika. Por desgracia, aunque lograron llegar a la ubicación, ciertos problemas de comunicación hicieron que los Hilichurls con los que conversaban se enfadaran y acabaran golpeándolos.
Mika culpó de ese incidente a sus insuficientes habilidades de combate: “Si no soy capaz de defenderme, nunca podré explorar libremente”.
Tras aquello, aprovechó el mismo entusiasmo que sentía por el estudio para formarse en el arte de la lucha junto a su hermano. Por suerte, siempre había tenido una buena constitución y no pasó mucho tiempo hasta que pudiera demostrar sus habilidades en combate.
Casualidades de la vida hicieron que justo por aquella época los Caballeros de Favonius publicaran el borrador de una expedición que tendría lugar tres años más tarde. Todavía estaban buscando miembros que completaran el equipo de expedición y entre los puestos vacantes estaba el de “topógrafo de avanzada”. Los requisitos del puesto eran muy estrictos: los candidatos debían tener ciertos conocimientos de cartografía y, debido a los peligros que podrían encontrarse, también tendrían que ir con frecuencia a la cabeza de la expedición, por lo que necesitaban contar con buenas habilidades de combate.
Aquella era precisamente la oportunidad que Mika había estado esperando, aunque era tan perfecta que al joven aún le parecía un sueño...
Al principio pensó que tal vez lo contratarían como una especie de ayudante externo, pero más tarde descubrió que el elegido pasaría a formar parte de la expedición como un miembro de pleno derecho. Y no solo eso, todos sus compañeros dependerían de su labor dentro del equipo.
Aquello le preocupaba a Mika, quien pensaba que el puesto estaba designado solo para “los más fuertes”.
Sin embargo, las palabras de aliento de su padre y de su hermano disiparon sus dudas, y aun hoy en día, las atesora en lo más profundo de su corazón.
“No tienes por qué exigirte tanto a ti mismo, Mika. Con que te esfuerces al máximo, ya serás de gran ayuda para la expedición”.
“La mayoría de los caballeros son personas normales como tú y como yo. Pero si pones a un grupo de ellos a trabajar juntos, se volverán tan formidables que nadie, por fuerte o increíble que sea, podría comparárseles”.
Así que Mika decidió aprovechar la oportunidad y se inscribió como miembro de los Caballeros de Favonius.
Al pensar que el trabajo que tendría que hacer era su mayor pasión, Mika ya no sentía ni una pizca de temor.
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Las noticias de que Mika se uniría a los Caballeros de Favonius corrieron como la pólvora entre los integrantes de la organización.
“¿Lo han oído? ¡El hermano pequeño de Huffman va a unirse a nosotros! Ese que lo cuida cuando está más borracho que una cuba”.
El inocente Mika, que nunca había imaginado que llegaría a ser el centro de atención, casi no podía respirar y el corazón le latía más fuerte que nunca. Temía defraudar a sus padres, avergonzar a su hermano o tirar por tierra el buen nombre de los Schmidt.
Dado que varios miembros de la familia ya habían pasado las pruebas de acceso, los caballeros decidieron aumentar la dificultad y hacer la prueba pública como muestra de la imparcialidad del proceso.
Teniendo en cuenta posibles situaciones reales a las que deberían enfrentarse los participantes, el examinador, Kaeya, diseñó todo un plan de desafíos que sometían a un riguroso examen las habilidades de los postulantes en distintas materias: escalar hasta la mitad de la montaña de Espinadragón en tiempo limitado llevando una armadura completa, suministros limitados y con una pesada carga a las espaldas, dibujar el mapa de toda una área anegada de monstruos sin material de referencia alguno...
Por suerte, Mika se había preparado a conciencia para la prueba y logró convertirse en uno de los tres candidatos que aprobaron el examen. Los otros dos candidatos habían necesitado en mayor o menor medida la ayuda de Mika en algún momento, y este los había ayudado de buen grado. Al fin y al cabo, no los consideraba sus oponentes, sino posibles futuros compañeros.
El Gran Maestro Varka valoró enormemente su capacidad de trabajo en grupo y decidió que los otros dos candidatos serían destinados a la Compañía de Caballería y a la de Investigación, mientras que Mika sería el elegido para participar en la expedición.
Desde entonces, Varka siempre sacaba tiempo cada semana para enseñarle a Mika nuevas habilidades de combate y mandarle ciertas “tareas”.
Finalmente, el joven acabó uniéndose a la Compañía de Reconocimiento. Hablar con la Capitana de dicha compañía, que tenía una personalidad un tanto peculiar, también supuso un reto para sus habilidades de comunicación, lo cual le resultó de gran ayuda a la hora de adaptarse al poderoso equipo de expedición.
Y así fue como, tras unirse a los Caballeros de Favonius, Mika continuó formándose como agrimensor mientras cumplía con sus obligaciones como topógrafo de avanzada de la Compañía de Reconocimiento y exploraba todo tipo de peligrosos territorios.
Con el tiempo, aquel joven y trabajador topógrafo se convirtió en un confiable y responsable caballero, aunque él todavía no se había percatado de ello.
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Gracias a todo lo que practicó, en menos de dos años, Mika completó una infinidad de misiones y se convirtió en un miembro fundamental de la Compañía de Reconocimiento.
La fecha estipulada estaba cada vez más cerca, y ya casi era la hora de que el equipo de expedición partiera.
El día de la despedida, el Gran Maestro Varka se mostró gratamente complacido al ver la nueva Visión que relucía en la muñeca derecha del joven. Sin embargo, tras retarlo a un enfrentamiento, concluyó: “Nada mal, aunque lejos de ser lo suficientemente bueno”.
Mika no comprendió muy bien qué significaban aquellas palabras hasta que se adentraron en un peligroso territorio lleno de monstruos; unos monstruos que el Gran Maestro había tenido en cuenta a la hora de planear la expedición.
Aquellas “cosas” —pues no se las podía llamar de otro modo— podían convertirse en la pesadilla de cualquier caballero en un combate uno a uno.
La velocidad a la que exploraban los miembros de la vanguardia determinaba la velocidad del resto del equipo de expedición, por lo que aquellos días estuvieron hasta el cuello de trabajo y el joven Mika solo podía descansar una media hora al día.
Era la primera vez que trabajaba bajo tanta presión, y descubrió el gran esfuerzo que le suponía.
Además de las peligrosas criaturas a las que se enfrentaban, el equipo debía enfrentarse a una amenaza aún mayor, una que los acechaba desde las sombras...
Una noche, cuando Mika ya se preparaba para acostarse, recibió el aviso de otro compañero de la vanguardia. Al parecer, la compañía se había topado con el enemigo.
Mika se dirigió de inmediato al lugar, pero cuando llegó, el Gran Maestro ya había movilizado a sus mejores subalternos y formado un frente de batalla.
Bajo el oscuro manto de la noche, Mika logró vislumbrar tenuemente algo que parecía un muro de soldados, los cuales permanecían silenciosamente en formación como si de meras máquinas de guerra se trataran.
Entre ambos frentes, Mika alcanzó a discernir una llamativa figura oscura de la que solo pudo apreciar un par de brillantes ojos azules que parecían refulgir en medio de la densa oscuridad que los rodeaba.
Uno de sus compañeros le informó de que aquel era El Capitán, uno de Los Once de los Fatui, y aquellos, sus hombres.
Al parecer, los Caballeros de Favonius se habían topado con un campamento Fatui. Puesto que ninguno de los dos bandos estaba dispuesto a ceder, la tensión había escalado y habían convocado a más y más refuerzos hasta que los capitanes de ambas fuerzas decidieron hacer acto de presencia.
Se respiraba la tensión en el aire y Mika podía sentir la sensación de peligro atenazando sus músculos y dejándolo paralizado.
No dejaba de imaginar el posible desarrollo de aquel conflicto y de preguntarse cómo debía actuar llegado el momento...
Le preocupaba especialmente aquel miembro de Los Once. Mika sabía que no tendría la más mínima posibilidad contra uno solo de sus ataques.
Aquellos pensamientos y el nerviosismo le aceleraron la respiración y no lograba centrarse en lo que estaba pasando. Varka, por el contrario, permanecía impasible. Saludó con un gesto a El Capitán y se acercó a él, arma en mano. El enemigo hizo otro ademán y sus hombres retrocedieron. Luego salió al encuentro del Gran Maestro.
Mientras la tensión aumentaba entre ambos bandos, El Capitán y el Gran Maestro mantuvieron una breve conversación que pareció acabar en un acuerdo.
Al final, El Capitán levantó el brazo y sus hombres y él se retiraron en completo silencio, como sombras que se mueven entre las tinieblas de la noche.
Los Caballeros de Favonius respiraron aliviados, algunos de ellos con el miedo aún en el cuerpo, pero cuando Varka regresó con ellos, parecía tan relajado como de costumbre:
“¡Ja, qué sorpresa! Si no fuera por las circunstancias, me habría encantado luchar contra él. Pero no es para nada terco, así que ha entendido a la perfección lo desaconsejable que sería para ambas partes comenzar un enfrentamiento en un terreno desconocido”.
Fue entonces cuando Mika se dio cuenta de que había estado a punto de presenciar una verdadera guerra, y que el Gran Maestro había logrado ponerle fin antes de que llegara siquiera a comenzar.
La angustiosa presencia de El Capitán y la templanza con la que el Gran Maestro había lidiado con la situación causaron una profunda impresión en el joven Mika.
Meditó largo y tendido al respecto y comprendió que, por mucho que hubiera mejorado, aún no tenía lo que hacía falta para lidiar con una situación así. Tenía que trabajar más duro, no solo por el bien del equipo, sino para estar preparado ante cualquier imprevisto que pudiera suceder.
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Por suerte, Mika no volvió a verse implicado en ningún asunto exageradamente peligroso.
Durante el Festival de la Vendimia de Mondstadt, regresó a la ciudad para entregar una carta del Gran Maestro y volver a sus labores dentro de la Compañía de Reconocimiento. Sus compañeros estaban encantados de tenerle de vuelta, y sorprendidos ante lo mucho que parecía haber mejorado en tan poco tiempo. Ahora era capaz de completar él solo tareas que normalmente requerían la cooperación de tres exploradores de avanzada.
Sin embargo, tras la velada mención sobre los Fatui en la carta del Gran Maestro, y teniendo en cuenta que Mika era un miembro de su equipo, peculiares rumores no tardaron en empezar a oírse aquí y allá.
“¡Mika se ha enfrentado a los Fatui! ¡Mika ha luchado contra la élite de los Fatui! ¡Mika y el Gran Maestro se han enfrentado a uno de Los Once!”.
“¡Por eso se ha vuelto tan fuerte! ¡Es un héroe! ¡Seguro que puede ayudarnos con las tareas más difíciles!”.
Lo cierto es que la mejora de Mika se debía en gran medida a la experiencia de primera mano que había adquirido durante la expedición. De hecho, sus compañeros también habían mejorado; la única diferencia es que ellos todavía no habían vuelto a Mondstadt, así que no había con quien compararle.
Incapaz de poner fin a los rumores por sí mismo, Mika decidió pedir ayuda a Jean y a Kaeya.
Jean advirtió a los capitanes de todas las compañías que no debían dejarse llevar por rumores infundados y les instó a no contribuir a su difusión. Además, muchas de las cosas que sucedieron durante la expedición eran información militar confidencial, así que tampoco se podían contar así como así.
Kaeya, por el contrario, parecía estar disfrutando con todo aquel asunto. Los Caballeros de Favonius siempre se quejaban de los Fatui, pero ¿acaso los rumores acerca de su “gran enfrentamiento con Mika” no beneficiaban a los Caballeros?
Mika se sentía más tranquilo sabiendo que la Gran Maestra Intendente estaba al tanto del asunto y sabía que la intención del joven no había sido causar problemas.
Así pues, Mika siguió trabajando tan diligentemente como siempre y ayudando a sus compañeros siempre que podía.
Sin embargo, los rumores siguieron exagerándose y la gente confiaba por completo en él, lo que también le causó ciertas molestias.
Cada vez más caballeros se acercaban a él para pedirle nuevos mapas, para que los ayudara con el mantenimiento de las armas o para que compartiera con ellos parte de las raciones militares de la Compañía de Reconocimiento.
Al parecer, todos los caballeros pensaban que pasando más tiempo con Mika podrían volverse tan fuertes como él.
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Mika siempre lleva consigo un curioso artefacto que tiene más o menos la forma de un libro.
Fue el propio Mika, junto a varios técnicos de la Compañía de Investigación, el que desarrolló este dispositivo basado en algunos de los más novedosos descubrimientos de alquimia de Albedo.
Lleva incorporado un cuaderno que permite tomar notas de manera rápida y sencilla. Se le pueden arrancar o añadir hojas con gran comodidad, lo que lo hace idóneo para la creación de mapas.
La cubierta exterior está adornada con un intrincado patrón. Si se canaliza energía a través de este patrón, se puede activar el rombo adherido a su superficie y, así, enviar una onda de energía a la zona objetivo con forma de abanico.
Se pueden calcular con precisión las distancias en función del tiempo que tarda dicha onda de energía en viajar ida y vuelta entre el dispositivo y la zona objetivo. Además, si se amplía la frecuencia y el alcance de la onda, el dispositivo es capaz de generar por sí mismo un simple bosquejo del terreno.
Estas funciones permiten mejorar la precisión y exactitud del mapa. Por desgracia, todos los datos y cálculos necesarios para ello deben ser llevados a cabo por el usuario. Por eso, solo aquellos con un gran sentido espacio-temporal y un profundo conocimiento del terreno pueden llegar a aprovechar al máximo esta función. Y por eso, precisamente, Mika es el único topógrafo de avanzada que ha sido capaz de aprovecharse de las ventajas de este artefacto, aunque tampoco es que lo use con tanta frecuencia.
Al principio, se diseñaron dispositivos para repartir entre los distintos equipos de exploración, pero finalmente se decidió almacenarlos preventivamente y destinarlos en exclusiva al suministro de nuevos componentes para el dispositivo de este joven topógrafo.
Aunque este artefacto es sin duda una recompensa por su duro trabajo y todo un honor, Mika nunca ha alardeado de sus funciones o beneficios ante otros. No solo porque la ostentación no forma parte de su personalidad, sino porque tampoco le gustaría ver a Albedo sobrecargado de trabajo... Causar problemas es lo último que Mika querría hacer.
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Lo cierto es que la vida de Mika sí que estuvo en peligro una vez.
Poco después de unirse a la Compañía de Reconocimiento, Mika aceptó un encargo en solitario. Consistía en explorar una zona cuya información estaba seriamente desactualizada y rediseñar un mapa detallado del terreno.
El joven se puso en camino y se adentró en unas ruinas. Por desgracia, durante la exploración, Mika tropezó y golpeó una pared de piedra, haciendo que varios trozos se desprendieran. El retumbar de aquel sonido alertó a dos Magos del Abismo que acechaban entre las sombras de aquellas ruinas. Conforme se acercaban a él, la abrasadora energía Pyro que emanaba de sus cuerpos amenazaba con engullir al joven explorador. Mika supo que aquel sería su final.
Mientras el terror y el dolor tomaban control de su cuerpo, lo único que alcanzó a pensar fue que era su deber salir de allí. Aquellas dos criaturas no solo eran un peligro para él, sino también para otros futuros exploradores. Como topógrafo de avanzada, debía advertir a los demás. No podía fallarles.
Justo cuando los dos Magos estaban a punto de acabar con él, una lanza de hielo atravesó sus escudos y apagó las llamas en un abrir y cerrar de ojos. Cuando las criaturas volvieron en sí, Mika ya había huido del lugar, aunque seguía gritando a lo lejos:
“¡Lo siento, la próxima vez me aseguraré de que mis compañeros llamen a la puerta antes de invadir su territorio! ¡Así el enfrentamiento sí que será justo!”.
Y así fue. Mika alertó a su equipo y estos se dirigieron de inmediato al lugar para acabar con la amenaza. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que, aunque ambos Magos del Abismo seguían allí, sus escudos de fuego habían sido completamente destruidos. Fue entonces cuando todos se percataron de la gélida Visión que colgaba del brazo del joven...
Aquel día, la Compañía de Reconocimiento disfrutó de una cena mucho más copiosa que de costumbre. Todos alzaron sus copas y clamaron en honor a Mika, pese a que el joven seguía demasiado confundido como para comprender lo que había sucedido.
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