“Ya que estás en Sumeru, no puedes perderte las actuaciones de Nilou”.
Este es un hecho con el que la mayoría de los habitantes de Sumeru está de acuerdo.
No hay restricciones para ver los bailes de Nilou, así que todo el mundo puede ir a verla y disfrutar de unos momentos fascinantes y cautivadores.
Ya sea un erudito de gran sabiduría o un mercenario que ha visto la verdadera brutalidad del mundo, todas las personas se sienten atraídas por su magnífica forma de bailar.
Cada vez que sube al escenario, el Gran Bazar se abarrota de gente.
La razón y la sabiduría son la corriente principal en Sumeru, mientras que el arte, que representa lo emocional, no goza de la misma popularidad y respeto.
Pero si la sabiduría es el sentido que los dioses dan a Sumeru, entonces el arte es el sentido que buscan los humanos.

A diferencia de otros bailarines en el continente que proceden de familias famosas en el mundo del arte, Nilou procede de una familia normal de Sumeru.
La vida que esta familia de tres tenía no era distinta de la de otras familias que vivían en la parte baja de la ciudad.
El conocimiento que obtenían del Akasha les bastaba para vivir al día.
Si algo de especial tenía esa familia, es que los padres de Nilou querían muchísimo a su hija única.
Aunque el ambiente académico impregna toda Sumeru, sus padres nunca la compararon con otros niños ni le exigieron que destacara sobre los demás para convertirse en erudita.
Lo único que le pedían es que creciera feliz y tuvieran una vida estable y tranquila.
Así, el carácter puro, sensible y empático de Nilou pudo florecer en este ambiente de amor y respeto.
Más tarde, aunque sus padres tuvieran diferencias de opinión o discutieran ocasionalmente, la considerada mediación de Nilou hacía que las aguas volvieran pronto a su cauce.
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Nilou conoce el Gran Bazar como la palma de su mano y tiene un lazo estrecho con cada uno de sus integrantes.
Tanto que podría presentarlos casi como si fueran su familia.
El Sr. Yut suele levantarse temprano para preparar tahchín, ¡así que asegúrate de hacerlo tú también si quieres probar el delicioso sabor del tahchín recién horneado!
Afshín es un cuentacuentos excepcional, cada persona que oye su maravilloso ingenio no puede evitar comprar sus artículos.
El juguetero Hushang tiene unas manos muy hábiles y es capaz de hacer encantadores juguetitos, que son el deleite de los más pequeños.
Por supuesto, cada uno de ellos hace mucho que considera a esta vivaracha joven pelirroja como parte de la familia.
Cada vez que sale a hacer las compras, vuelve con muchas más cosas de las que había apuntadas en la lista, y ese peso adicional es la prueba de lo mucho que es querida por todos.
Por supuesto, Nilou también cuida de ellos a su manera.
Cuando Hushang y Farhad riñen por alguna apuesta, solo basta con que aparezca Nilou para que hagan las paces.
Si algún animal de carga de Afshín escapa y se come la comida de los vecinos, Nilou ayudará a enmendar la situación.
Si le preguntas por qué es siempre tan entusiasta, te responderá sonriendo:
“Porque en una familia todos tenemos que ayudarnos, jeje”.
Para Nilou, su padre y su madre son su familia pequeña, mientras que todos en el Gran Bazar son su familia grande.
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Nilou recuerda claramente que conoció a su maestra en el Festival Sabzeruz cuando tenía ocho años.
Ese año, el Caballero de las Flores le había regalado un buen montón de caramelos yalda. Con las manos rebosantes, la pequeña Nilou pasó por delante del Teatro Zubayr.
Durante el Festival había funciones de canto y baile, pero siempre las realizaban compañías invitadas de fuera, y además sobre un escenario temporal.
Ahora que el Gran Bazar tenía su propio teatro, toda la muchedumbre se agolpaba emocionada para ver el nuevo escenario.
A duras penas la pequeña Nilou se escurrió entre la multitud para plantarse en primera fila, y allí vio por primera vez bailar a su futura maestra.
Aunque no hubiera ninguna flor decorando el escenario, en ese momento le pareció ver millones de ellas floreciendo sobre él.
Sin darse cuenta, todos los caramelos se le cayeron al suelo con un repiqueteo, y no pudo evitar ponerse a bailar ella también al compás.
Solo cuando terminó el baile, la pequña Nilou fue consciente de lo que había hecho, y atropelladamente se disculpó con todos los espectadores, que se habían hecho a un lado para dejarla bailar.
En ese momento, la bailarina se bajó lentamente del escenario y ayudó a Nilou a recoger los caramelos esparcidos.
Le tendió grácilmente la mano y le dijo:
“¿Te gustaría bailar conmigo a partir de ahora?”.
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Aunque nacida en Sumeru, la Ciudad de la Sabiduría, Nilou nunca demostró ningún talento relacionado con el conocimiento. Aun así, siempre ha tenido su propia forma de serenar los ánimos de los demás.
“Este debe ser el generoso regalo que me ha dado la Reina Menor Kusanali”.
Después de empezar a estudiar baile con su maestra, Nilou se dio cuenta del poder que tiene el lenguaje corporal, y mezcló esto con su talento innato para crear una terapia sanadora.
Por ejemplo, todos en el teatro suelen estremecerse y andarse con mucho cuidado cada vez que el Sr. Zubayr se enfada.
Pero no Nilou, ella sonríe cálidamente y traza maravillosas florituras en el aire con brazos y dedos.
“Imagina que estamos en la selva justo después de la lluvia. Tú y yo caminamos apaciblemente, saludando a cada animalito que pasa a nuestro lado. Saludando con la mano, vamos dejando atrás todo lo demás”…
Quizá esto le pueda parecer un poco infantil y ridículo a un espectador ajeno, pero los que caen embelesados por los movimientos y suave voz de Nilou sienten que todo su enojo se esfuma como por arte de magia.
Pero lo más sorprendente es que, según el Sr. Afshín, esta terapia de movimiento corporal ha ido evolucionando y ahora hasta surte efecto en sus dos tercos animales de carga…
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Nilou siempre ha mantenido una mentalidad sencilla, tanto en su vida diaria como sobre el escenario.
Su objetivo siempre ha sido aliviar las preocupaciones de los demás y hacerlos más felices.
En cambio, se suele angustiar cada vez que le surge un “problema” porque es incapaz de tomar una decisión.
“El tahchín está muy rico y el döner kebab tampoco está mal, y ese barco de papa que llevaba esa persona no tenía mala pinta. Ay, ¿qué voy a cenar esta noche?”.
He oído a la gente hablar de lugares fuera de la Ciudad de Sumeru… Una montaña nevada de un blanco inmaculado o molinos tan grandes como gigantes… ¿Debería considerar irme de viaje?”.
Nilou puede encontrar motivos a favor de cada opción que se le presente. Son como ranas arbóreas sentadas de frente, todas hinchando la tripa e intentando fútilmente convencer a las demás.
En momentos así, necesita que aparezca alguien decidido para decirle con calma y confianza:
“¿Por qué no pedimos una ración de cada uno y lo compartimos?”.
O bien: “He estado en esos lugares que mencionas y no supondrán un peligro para alguien como tú”.
Entonces, Nilou dejaría de dudar, elevaría sus brazos con posición danzante para dar las gracias y se sentiría feliz durante un buen rato por haber resuelto unos problemas tan peliagudos.
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Negarse a aceptar regalos en el escenario ha sido una norma del Teatro Zubayr durante mucho tiempo.
A veces, el público se emociona demasiado e insiste en dar todo tipo de regalos a Nilou. Sin embargo, esas mismas personas son las que reciben un regalo como respuesta al día siguiente junto con una nota en la puerta de sus casas.
“Gracias por su amabilidad. Si desea expresar su gusto por la danza de Nilou, puede escribir una carta al Teatro Zubayr en lugar de enviar un regalo”.
Entonces, como una nieve de copos danzantes, cartas llenas de la pasión del público inundaron el buzón de correos del teatro al ser transportadas por los pájaros crepusculares.
Cuando no hay espectáculos o durante el tiempo libre entre ensayo y ensayo, Nilou lee cada carta con atención, comparte la alegría con los demás miembros del Teatro Zubayr y luego las guarda con mucho cuidado.
Aprecia y recuerda cada palabra y cada expresión de admiración y amabilidad que la gente escribe en las cartas.
A medida que Nilou mejoraba sus habilidades de baile, cada vez más gente iba a verla bailar y, con el tiempo, las cartas se han ido amontonando hasta formar una buena pila.
Pero si alguien bromea con que Nilou es el tesoro más valioso del Teatro Zubayr, ella niega con la cabeza mientras esboza una dulce sonrisa.
“Nuestro tesoro más valioso es el cariño del público, el cual guardo con sumo cuidado en un misterioso buzón de correos”.
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Nilou ha escuchado a su maestra hablar más de una vez del sentido de la danza. Para ella, el baile era algo que nació en la vida de las personas y, por tanto, pertenece a la humanidad.
“Como bailarina, tienes que expresar tus emociones en el escenario, y las sonrisas de tu público serán la respuesta a esas emociones”.
Nilou sabía que pensar en el significado de las cosas no se le daba tan bien como a los eruditos de la Academia. Sin embargo, conforme practicaba diligentemente día tras día con la orientación de su maestra, empezó a creer que algún día entendería el sentido de la danza.
Cuando se subió al escenario por primera vez, pronto se vio completamente inmersa en su actuación y lo dio todo de sí.
Pensó en el viento, la luna, el tenue sonido de las rosas al florecer, la sensación de acariciar las plumas de las colas de los pájaros crepusculares y un sinfín de cosas hermosas que existían en el mundo.
A través de la danza, quería mostrarle a todo el público esa belleza que sentía en el corazón.
Entonces, poco a poco comenzaron a surgir unas salpicaduras de agua que al final convergieron en un lago en el escenario. Como un cristalóptero bailando en la superficie de un lago, Nilou revoloteaba de acá para allá mientras provocaba unas suaves ondulaciones.
Su cuerpo giraba en medio del lago cual lirio de agua mientras el público estaba sin aliento, impresionado por una belleza tan pura e inmaculada.
Cuando se cerró el telón, Nilou se sentó en una silla de detrás del escenario y respiró hondo varias veces.
Como gotas de rocío sobre los pétalos de un loto, una Visión Hydro apareció en su cintura.
Nilou pensó que tal vez había descubierto por fin el propósito de su danza: convertirse en la encarnación de la belleza para expresar dicha belleza y el valor del arte.
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