El aspecto de las flores de viento ha ido cayendo en el olvido con los vientos del tiempo.
Pero en esta época de paz, son un símbolo de amor y alegría.
A veces, incluso las armas de acero, cuyo fin es la conquista y la victoria, se adornan con flores según el capricho del cliente o
del herrero.
De hecho, parece que esta arma la encargó alguien para la persona que amaba.
“No hay hoja de acero que pueda cortarlo, ni cárcel de piedra que pueda encerrarlo.
El viento, al que no le asusta el futuro, vuela incansable hacia el mañana”.
Un pastor sin nombre ni afiliación a la Iglesia relató en voz queda la historia del viento, y regaló flores a los oyentes que aún tenían
algún brillo en la mirada.
Si los nobles hubieran olvidado su juramento original... Si se hubiera impuesto el silencio de la vanidad...
Si la sangre se hubiera opuesto al soplar del viento... entonces las leyendas sobre plantas y flores habrían sido prohibidas.
En aquella época, había muchas flores que se abrían en lugares desdeñados por la gente.
Y aunque al final las arrancaba el viento, su esplendor engalanaba fugazmente este mundo gris.
“Ya sea bajo la sombra de la alta torre de antaño o en las calles y callejones de hoy día, las flores se siguen abriendo con un tenue
brillo incluso en los rincones más diminutos”.
El pastor sin nombre, ajeno a palacios, contó en voz queda el relato de las flores, y dijo:
“Los nobles nos han arrebatado el Ludi Harpastum.
Pero han de saber que un manto de flores silvestres solía cubrir las ruinas de la antigua ciudad, azotada por tempestades.
Mas no eran unas flores comunes, pues cuanto más fuerte era el viento que las zarandeaba, más resistentes se volvían y en mayor número brotaban.
Y es que cuando la antigua capital esté sepultada bajo esas flores será el día en que la torre de la tiranía se venga abajo”.