Como líder de toda la matra, todo el mundo en la Academia conoce al Gran Juez Cyno y su increíble reputación.
Su función es atrapar a quienes incumplen las normas de la Academia, detener las investigaciones ilegales y salvaguardar la disciplina en dicha institución. Sin embargo, según algunos eruditos, el Gran Juez está destruyendo el mundo académico, prohibiendo la investigación e incluso “cortando el camino hacia el conocimiento”, por lo que es una posible amenaza para quienes buscan la sabiduría.
Con el tiempo, los eruditos empezaron a alejarse de Cyno en silencio cada vez que se encontraban con él, con quien no querían guardar ninguna relación.
Pero al Gran Juez esto le importa poco.
Si con esa imagen pública exagerada puede amedrentar a algunos de esos eruditos, será también perfecto para que siga manteniendo la disciplina de trabajo en la Academia.
En palabras del guarda forestal amigo de Cyno: “Las investigaciones que llevan a cabo la mayoría de los eruditos no son tan importantes como para tener que hablar con el Gran Juez”.

La sabiduría puede otorgar tanto inspiración como arrogancia.
En la historia de la Academia, no son pocos los eruditos que han incumplido las normas y cometido crímenes en nombre de la “búsqueda de sabiduría”.
Por ejemplo, para demostrar la capacidad máxima de expansión de los Espectros, un erudito de la Facultad Amurta utilizó un catalizador químico ilegal a fin de engendrar un Espectro de tamaño gigante. Sin embargo, la criatura explotó en el experimento e hizo que en el laboratorio no quedara ni el techo. Con el fin de probar la capacidad agrícola de los Guardianes de las Ruinas, otro erudito de la Facultad Spantamad perdió el control de un Guardián de las Ruinas que había modificado él mismo, con lo que destruyó una gran cantidad de terreno cultivable e incluso causó heridos de gravedad. Y a eso se suman muchos más casos de fraude académico y abuso de la sabiduría por intereses individuales.
Son estos eruditos que ignoran las normas de la Academia y que ponen en peligro a la gente los que Cyno pretende atrapar y juzgar liderando a la matra.
Ante esta, los eruditos dan todo tipo de excusas para justificarse. Entre sus razones se incluyen los recortes en el presupuesto de investigación, el favoritismo de la Academia, el plagio de los resultados de sus investigaciones… Hasta osan acusar a la matra de envidiar su “talento” y detener las investigaciones de los eruditos por ello.
Ante estos argumentos, la respuesta de Cyno siempre es el silencio, y después enviar a estos charlatanes a juicio.
Son miles las excusas de quienes incumplen las normas de la Academia, pero el resultado es solo uno.
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El Gran Juez Cyno no solo goza de una gran reputación en la Academia.
Según un guardia forestal del Bosque Avidya, una vez lo vio viajando silenciosamente por la selva de noche. Una persona que vive en las afueras de la Floresta Apam aún recuerda con claridad a un joven de pelo blanco que llevaba una mochila de viaje y que le pidió un vaso de agua antes de seguir adentrándose en el bosque. Unos aventureros que descansaban en el Oasis de Sobek afirmaban haber dado indicaciones a Cyno aunque el lugar al que iba estaba infestado de monstruos. Ni siquiera los mercenarios y ladrones de tesoros más temerarios del Gran Desierto Escarlata se atrevían a interponerse en el camino del Gran Juez, ya que habían aprendido la lección de un grupo de mercenarios que fue aplastado en el desierto por haber dado cobijo a eruditos fugitivos.
En cambio, el respeto que le tienen a Cyno los criminales que caen en sus manos proviene de otro lado.
Cuando huyen de la Academia, corren presas del pánico y a veces acaban en lugares peligrosos. Aun así, en vez de dejar que sufran las consecuencias de sus propios actos, Cyno los rescata sin dudarlo para poder llevarlos a salvo a ser juzgados en la Academia.
Antes de ser juzgado, un criminal que cruzó el Gran Desierto Escarla junto a Cyno le preguntó qué sentido tenía todo eso, a lo que Cyno respondió:
“Son las leyes de la Academia las que te juzgan. Yo solamente te llevo hasta ellas”.
Cuando salió de prisión, este erudito de la Facultad Vahumana escribió una novela titulada «El malvado» en la que relataba su aventura junto a Cyno. Hoy en día, dicha obra es muy popular en la Academia, y la Facultad Vahumana incluso invitó al autor a dar una conferencia para explicar detalladamente el concepto de justicia de la novela.
Sin embargo, Cyno argumentó que algunos pasajes eran demasiado exagerados, ya que no vieron ningún “monstruo creado por los descendientes del Rey Deshret”, no pusieron pie en el “laberinto con vida que había bajo el desierto”, ni tampoco se “refugiaron de una tormenta de arena bajo el cuerpo de un gusano gigante”.
No obstante, Cyno afirmó que al menos la descripción de la ofensa del erudito era bastante precisa y merecía algo de crédito por ello, pero también le advirtió que no volviera a cometer ningún crimen.
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El mero hecho de nombrar la oficina de la matra es algo que infunde miedo a los eruditos de la Academia.
Dejando de lado los supuestos “actos malévolos” de la matra, lo que les da aún más miedo a los eruditos es cuando Cyno entra en la oficina y se escucha una risa tosca que cala los huesos.
Cuando eso pasa, asumen que es una risa de satisfacción de los matra porque Cyno acaba de dictar sentencia para el crimen de algún erudito.
Sin embargo, solo estos saben que esa risa en realidad se debe al especial sentido del humor de Cyno.
“Hace tiempo, tuve un caso de un erudito cuya tesis rechazaron varias veces, lo que le supuso una gran presión académica. Durante una de las evaluaciones de su tesis, el erudito sobornó a los miembros del jurado para que se la aprobaran. Pero los datos de su escrito eran tan erróneos que, poco después, alguien lo denunció por fraude académico. Cuando fui a arrestarlo, el erudito me preguntó qué había hecho mal”.
Cyno hizo una pausa y prosiguió:
“Entonces le dije: ‘Tu tesis’”.
Como los matra se quedaron mirándole sin decir nada, Cyno pensó que no habían entendido la gracia, por lo que explicó:
“Verán, cuando el erudito dijo ‘qué es lo que había hecho mal’, hablaba en referencia a haber sobornado al jurado para que aprobaran su tesis, mientras que yo, con mi respuesta, me refería a que su tesis entera estaba mal. La gracia está en que cambié el asunto del que hablábamos”.
Cuando terminó con su exposición, los matra se miraron atónitos y se rieron al unísono con cierta sequedad.
Entre risas incómodas, el serio entorno de la oficina fue cobrando una extraña calidez humana.
Para evitar situaciones tan incómodas, los matra acordaron que, cuando Cyno terminase de contar un chiste, todo el mundo debía reírse una o dos veces como respuesta para que no se pusiera a explicar nada.
Por otro lado, si algún otro matra intentaba imitar el estilo cómico de Cyno, sería duramente castigado por los demás con un método como confiscarle los cupones de comida de la cafetería.
Después de todo, tener un Cyno en toda la matra es más que suficiente.
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Cyno siempre ha pensado que la matra no es la enemiga de quienes buscan el conocimiento.
Ciro, un antiguo tutor de Cyno, le dijo que sin las normas de la Academia, la sabiduría se conviertiría en catástrofe.
Dicha sabiduría incontrolada sería como un cebo flotando en medio de un océano desconocido: tentaría a aquellos confusos buscadores de conocimiento a adentrarse en un abismo.
Volvería a los eruditos orgullosos, arrogantes e irreverentes, e incluso les haría despreciar todo organismo y hablar vanamente de la vida y la muerte, lo que podría traer consecuencias irreversibles para el mundo.
La razón por la que los sabios no dejan de promulgar nuevas regulaciones para la Academia es para evitar que quienes buscan el conocimiento caigan en la tentación y se desvíen de su camino.
Los matra que van tras aquellos que violan la ley y los juzgan de conformidad con ella son los auténticos guardianes de quienes buscan el conocimiento en la Academia.
Sin embargo, los eruditos ven a la matra como unos destructores que se interponen en su camino hacia el conocimiento por medio de la violencia.
Algunos de los apodos que les dan son “cerebros de Hongo”, “señores ‘no puedes hacer nada’”, “triturapapeles”…
Sin embargo, el apodo más conocido es el que les dio un erudito de la Facultad Haravatat: “animales de carga de la Academia”.
La primera vez que escucharon ese apodo, la mayoría de los matra se pusieron furiosos y pensaron que los eruditos no valoraban su trabajo.
En cambio, a Cyno le encantó el apodo.
“Es cierto que los matra cargamos con las leyes y las normas de la Academia. Todos debemos tener esa carga en mente al hacer cumplir nuestra autoridad”.
Tras una breve reflexión, el Gran Juez continuó:
“Por otro lado, al llevar a cabo nuestra labor, también debemos ser como las bestias de carga, que no discuten con la gente y solo se concentran en hacer las cosas bien”.
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Cuando la Academia se acababa de fundar, los eruditos derrochaban una enorme cantidad de recursos para dar rienda suelta a su creatividad e imaginación.
Remodelar el terreno, modificar el clima, copiar reliquias antiguas… Cuando el conocimiento terrenal dejó de satisfacer su curiosidad, algunos eruditos intentaron observar las estrellas y jugar con la vida y la muerte.
Sin embargo, no era un conocimiento que estuviera a su alcance en aquel momento.
Para que sus vidas no corrieran peligro por buscar la sabiduría, los sabios establecieron los denominados “seis pecados capitales”.
Consideraban que todos los crímenes de este mundo derivaban de estos seis pecados:
1. Interferir en la evolución del ser humano.
2. Jugar con la vida y la muerte.
3. Estudiar lo que hay más allá del universo.
4. Investigar el origen de las palabras.
5. Venerar a los dioses sin llevar a cabo acciones de devoción.
6. Indagar en la verdad más profunda sin una pizca de temor.
Los sabios promulgaron y fueron modificando las normas de la Academia basándose en estos seis pecados, mientras que la matra era su brazo ejecutor y vigilaba que los eruditos obedecieran la ley.
Así pues, todo en la Academia pasó a regirse por el cumplimiento de la ley. Habiendo dilucidado este conocimiento, la próspera Academia y sus eruditos marcharon hacia delante.
Pero el tiempo cambia las cosas. La gente olvidó los antiguos seis pecados capitales y algunas personas con demasiada ambición hicieron de las suyas…
Sin embargo, para Cyno, el actual Gran Juez, lo que debe hacer no ha cambiado.
Seguirá juzgando justamente a los infractores de la ley según los antiguos seis pecados capitales.
Y eso también incluye a los sabios.
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Esta funda de cartas, la cual contiene la baraja de Invocación de los Sabios de Cyno, es su bien más preciado.
Su exterior está envuelto en un cuero de la mejor calidad, y cuyas costuras se han tejido con suprema meticulosidad. Si atas bien la funda con la cuerda de cuero que tiene, quedará perfectamente cerrada y en ella no entrará ni una gota de agua. Por su parte, el interior está acolchado con seda, lo que evita que las esquinas de las cartas se doblen. Según el dependiente que se la vendió, esa seda fue importada de Liyue y confeccionada con flores de seda. La funda tiene incluso una tenaz correa para poder llevarla bien atada en cualquier parte del cuerpo. En el exterior, tiene grabado el emblema de Invocación de los Sabios y el nombre de su propietario.
Cyno guarda su baraja más poderosa en esta funda y está convencido de que, mientras juegue con ella, siempre ganará.
Una vez que lo tiene todo listo, solo falta encontrar a alguien con quien jugar una partida.
Tal vez… ese guarda forestal tenga un poco de tiempo libre.
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En la Academia hay todo tipo de teorías sobre cómo consiguió Cyno su Visión.
Algunos dicen que una vez recibió la orden de apresar a un erudito que investigaba la imitación de Visiones. Para ello, el erudito compró una Visión sin dueño que, más tarde, se convirtió en la de Cyno. Otros dicen que es descendiente del Rey Deshret y que desde pequeño vivió en un templo del Gran Desierto Escarlata, donde lo crio un sacerdote Hermanubis sin nombre que fomentó su determinación y le enseñó a luchar. Cuando Cyno estaba preparado, el sacerdote le entregó una Visión y dejó que cruzara solo el desierto hasta llegar a la Academia de Sumeru, donde ejecutaría la voluntad de Hermanubis. En cambio, según algunos conspiranoicos, la Visión de Cyno está relacionada con algún tipo de tecnología prohibida de la Academia. Si no, ¿cómo podría un simple habitante del desierto como él haber conseguido un puesto en esta institución?
Nadie se atrevía a preguntárselo directamente, y Cyno tampoco deseaba gastar energías en esos rumores absurdos.
En realidad, la historia de cómo consiguió su Visión es bastante simple.
Ocurrió el día antes de ser nombrado Gran Juez. Como de costumbre, tras terminar sus labores de matra, fue a la biblioteca a leer unos libros relacionados con las normas de la Academia. Aún recuerda perfectamente que lo que leyó aquel día trataba sobre los seis pecados establecidos por los sabios. Estos pensaban que dichos pecados eran la raíz de todo crimen y, de hecho, todas las normas actuales de la Academia derivaron en esencia de los seis pecados capitales. Cuando llegó a la sección del pecado consistente en “Indagar en la verdad más profunda sin una pizca de temor”, no entendía muy bien lo que estaba leyendo, así que cerró los ojos para reflexionar. Al abrirlos, vio una Visión posada sobre la hoja del libro.
Cyno se puso a pensar sobre las Visiones. Primero confirmó que no hubiera ninguna norma de la Academia que prohibiera recibir una, y después revisó múltiples documentos académicos relacionados con el tema para asegurarse de que esa Visión no fuera una trampa. Finalmente, reflexionó sobre los desafíos que le esperarían tras ser designado Gran Juez y lo que esa Visión podría aportarle para afrontarlos. Tras mucha deliberación, Cyno decidió aceptar aquel regalo de los dioses.
Cuando terminó de pensar, afuera ya se veían los primeros rayos del alba. Salió de la biblioteca con la Visión y unos libros que aún no había terminado de leer y se dirigió al lugar de la ceremonia de nombramiento.
Si todo iba bien, en tan solo media hora sería el nuevo Gran Juez.
Estaba a punto de recibir la sagrada autoridad de juzgar, y su Visión era una herramienta que le aseguraría el cumplimiento de dicha autoridad.
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