Los Adeptus han cumplido con su parte del acuerdo que una vez firmaron con Rex Lapis y han defendido Liyue durante miles de años.
En cada situación de peligro que Liyue ha tenido que afrontar, los Adeptus han dado un paso adelante, y a veces incluso se muestran en el mundo de los mortales durante los tiempos de paz.
A veces lo hacen para castigar a los viles de corazón, otras para rescatar a los inocentes. Y si se topan en el camino con alguien cuyo destino se haya entrelazado con los Adeptus, lo tomarán bajo su amparo y lo formarán en las artes adépticas.
Entre los Adeptus, Caminante Errante siempre ha sido una de las que ha mantenido un mayor contacto con los mortales.
Cuenta con un gran número de discípulos a su cargo, siendo la pequeña Yaoyao la más joven de todos.
Yaoyao es una niña con mucho talento, muy inteligente y a la que le gusta estudiar. Aunque su corta edad le impida en ocasiones asimilar todo lo que ha aprendido y a veces provoca algún problemilla, con el tiempo, se convertirá en una joven bien instruida.
Yaoyao tiene una personalidad afable y considerada, y trata a todo el mundo con sinceridad y generosidad. No solo ha recibido el favor de Caminante Errante, sino que el resto de sus compañeras discípulas y otros maestros también sienten un gran aprecio por ella.
La mayoría de los mortales no podría soñar siquiera con llegar a cruzar el umbral de la morada de los Adeptus en el Desfiladero Jueyun, pero Yaoyao entra y sale a su libre antojo. El amor y el afecto que la pequeña recibe de los Adeptus siempre será motivo de admiración para otros.

La gente de Liyue coincidirá en que a Madam Ping suele vérsela siempre en compañía de la dulce Yaoyao. Las dos parecen la viva imagen de la relación perfecta entre una abuela y su nieta.
Sin embargo, lo cierto es que no comparten ningún lazo de sangre, sino que Yaoyao tan solo es la discípula de Madam Ping; o mejor dicho, de Caminante Errante.
Cuando Yaoyao comenzó el entrenamiento adéptico, era tan pequeña que apenas sabía leer o escribir. Por eso, Madam Ping empezó por instruirla en esas materias, al tiempo que le enseñaba modales y etiqueta con libros de poesía.
Conforme Yaoyao crecía, Caminante Errante fue añadiendo ritos adépticos, métodos de entrenamiento espiritual y el arte de la lucha con lanza en las lecciones de la pequeña.
Aunque era mucho contenido para una cabecita tan pequeña y Yaoyao no entendía todo lo que le explicaba, Caminante Errante era muy paciente con ella porque veía que la niña aprendía de sus consejos.
Debido a su tamaño, la lanza resultaba demasiado pesada en manos de Yaoyao, pero ella se esforzaba en practicar todos los días. Igualmente, aunque los libros de poesía no eran nada fáciles de memorizar, Yaoyao recitaba sus lecciones y versos todos los días, hasta el punto de seguir recitando en sueños cosas como “El buen alimento cría entendimiento, y la buena ropa hasta en invierno arropa”.
Al principio, Caminante Errante pretendía mantener una filosofía de entrenamiento estricta, pero Yaoyao nunca le dio quebraderos de cabeza, por lo que al final acabó relajando su exigencia.
Aunque lo que de verdad hizo que sintiera ternura por la niña fue el hecho de que ella la tratara como si fuera su abuela.
A pesar de que Yaoyao no mide más que unos cuantos palmos, es realmente responsable y se encarga personalmente de las comidas de su “abuela”. Incluso le recuerda que debe abrigarse en invierno y cuidarse del sol en verano, casi como si se hubiera olvidado del hecho de que los Adeptus prácticamente son inmunes a los resfriados o los dolores de cabeza.
Al ver el cariño con el que la trataba, Madam Ping se dio cuenta de que aquella niña se comportaba como si fuera su nieta, y ya no era capaz de seguir siendo estricta con ella.
Cuando la tomó bajo su tutela, no esperaba tomarle tanto cariño, pero ahora le resulta casi imposible separarse de ella. Aunque eso tampoco es un problema. Al fin y al cabo, aún tiene mucho que enseñarle a la pequeña Yaoyao.
Desbloqueable en Niv. 2 de Amistad

La historia que nos atañe tuvo lugar antes de que Yaoyao hubiera nacido. Sus padres, que siempre habían deseado llevar una vida tranquila en las montañas, decidieron abandonar Liyue y buscar un pequeño hogar apartado pero cerca de la Aldea Chingtsé. Allí construyeron su casa y vivieron aislados del mundo durante un tiempo.
Su hogar estaba rodeado de montañas y ríos, y vivían unidos como una familia. Detrás de la casa había un pequeño campo en el que cultivaban sus propias verduras y frutas.
Puesto que vivían relativamente cerca de la Aldea Chingtsé, solían atravesar las montañas y pasarse por allí a vender sus cultivos si alguna vez andaban cortos de Moras.
Esa fue la clase de familia en la que nació Yaoyao.
Estaba aprendiendo a decir sus primeras palabras y ya se hacía amiga de los animales, y aprendió a caminar en el rabanal que había en la parte trasera de su casa.
Esa inocencia y esa ternura tan características de Yaoyao provienen precisamente de la vida pacífica y cálida que tuvo durante su infancia en el campo.
Un tiempo más tarde, cierta Adeptus se fijó en ella y la aceptó como discípula.
En un principio, sus padres se negaron. No querían que su pequeña se fuera a vivir con una Adeptus a Liyue, pues les preocupaba que las luces de la ciudad fueran demasiado brillantes para un espíritu tan puro como el suyo, acostumbrado a una vida en las montañas.
Sin embargo, fue el consejo de Caminante Errante lo que convenció a sus padres: “Vivir recluida en las montañas evitará que el mundo contamine su alma, pero no creo que una vida de soledad sea el futuro con el que sueña su pequeña. Denle una oportunidad, permitan que descubra todas las maravillas que este mundo tiene que ofrecer”.
Finalmente, sus padres aceptaron y dejaron a su hija en manos de la Adeptus. Es más, es un hecho que dejar a su pequeña en manos de Caminante Errante fue una buena decisión.
Ahora Yaoyao se siente acompañada y arropada por sus amigos y su mentora cuando pasea por las calles de Liyue, y su personalidad se ha vuelto aún más jovial de lo que ya era. Además, durante cada Rito de la Linterna, pide permiso a su maestra para ir a visitar a sus padres.
Y es que unos padres no podrían desear una mejor maestra que Caminante Errante para sus hijos.
Desbloqueable en Niv. 3 de Amistad

De vez en cuando, viejos conocidos de Madam Ping le hacen una visita. Cuando eso ocurre, Yaoyao siempre acompaña a su mentora y a sus invitados a dar un paseo por la ciudad.
Puesto que vienen de muy lejos, sus invitados siempre acostumbran a visitar las tiendas, los restaurantes y también la Casa de Té Heyu para escuchar algún recital de cuentos o ver una ópera.
Pero en la bulliciosa ciudad de Liyue, Yaoyao y sus acompañantes no son los únicos que disfrutan con su visita a la casa de té; muchos forasteros también disfrutan admirando las tradiciones de otras culturas.
En una ocasión, mientras escuchaban una ópera en la Casa de Té Heyu, tres forasteros que acababan de llegar a Liyue se sentaron en la mesa de al lado. Tras escuchar las historias adépticas que la ópera narraba, los tres siguieron charlando sobre el tema con una taza de té en la mano y algunos aperitivos de acompañamiento.
Al no poder seguir el hilo de la conversación entre su maestra y su acompañante, Yaoyao terminó por aburrirse, así que decidió escuchar a escondidas a aquellos tres curiosos forasteros para matar el aburrimiento mientras degustaba unos dulces.
Una de ellos era una señora procedente de Inazuma que afirmaba que los Adeptus de Liyue se parecían mucho a la sacerdotisa del Gran Santuario Narukami de Inazuma, pues ambos gestionaban los asuntos relacionados con lo divino y los textos clásicos.
Otro era un señor de Fontaine que insistía en que los Adeptus trabajaban en los organismos de gobierno de Liyue. ¿Será que aquel señor conoció a Ganyu, la secretaria de las Siete Estrellas? ¿O tal vez su nación se regía por un sistema parecido?
El último era un viajero de Mondstadt al que le fascinaban las leyendas sobre los Adeptus. Al parecer, solo había escuchado historias de los dioses en boca de los bardos de su nación, pero nunca había tenido contacto con ellos o con sus familiares.
Tan emocionado como estaba, el joven aventurero le preguntó al maestro de la casa de té si alguna vez había tenido la oportunidad de hablar con un Adeptus en persona, a lo que el maestro contestó:
“No son más que historias, jovencito. Los mortales no nos pasamos el día en el Desfiladero Jueyun, así que la probabilidad de cruzarse con un Adeptus es ínfima”.
Al escuchar aquello, Yaoyao no pudo contenerse y medió en la conversación: “¡Eso no es cierto! Hay Adeptus aquí entre nosotros. De hecho, el señor Escultor de la Luna cree que su historia es muy interesante”.
Al oír aquellas palabras, el acompañante de Madam Ping se quedó en silencio. Finalmente, ella dejó escapar una carcajada y se puso a hablar con el maestro de té para cambiar hábilmente de tema.
Yaoyao no lo comprendía. ¿Por qué la gente creía que los Adeptus y los mortales vivían tan lejos unos de otros? Era evidente que los Adeptus caminaban entre los mortales, es solo que no podían mostrarse en público así como así.
Desbloqueable en Niv. 4 de Amistad

No todo el mundo tiene la oportunidad de ser discípulo de un Adeptus. Solo aquellos cuyo destino se entrelaza con el de estos seres iluminados pueden ser aceptados por ellos.
Yaoyao le preguntó una vez a su maestra: “Maestra, ¿por qué siempre dices que nuestros destinos están conectados? ¿Qué significa eso?”.
“Quiere decir que ambas nos parecemos en ciertas cosas, y eso es lo que nos llevó a encontrarnos”.
Aquella respuesta fue como una máxima de un libro de filosofía, así que a Yaoyao le costó bastante entenderlo.
La pequeña recuerda estar jugando en las montañas, como de costumbre, cuando conoció a su maestra.
Por aquel entonces, Yaoayao todavía vivía con sus padres, y solía compartir sus sentimientos con las piedras y las nubes, ya que, para ella, las plantas, los animales, las rocas y los riachuelos de la montaña eran sus mejores compañeros.
Aquel día, sin embargo, las piedras y las nubes respondieron a sus palabras. Yaoyao estaba tan contenta que se pasó el día charlando con ellas.
No fue hasta más tarde, cuando la Adeptus anuló sus artes adépticas, que esas piedras y esas nubes se desvanecieron, y entonces Caminante Errante se presentó ante la niña en su verdadera forma. Sin embargo, Yaoyao no pareció nada sorprendida.
Está en la naturaleza de un Adeptus proteger el mundo y a cuantos habitan en él. Los Adeptus de Liyue tienen el deber de velar por los demás, por la naturaleza y todo cuanto vive en ella. Todo en este mundo forma parte, a su vez, de un ciclo de vida que permite que todas las cosas y seres crezcan sin dañarse los unos a los otros.
La actitud de Yaoyao hacia las piedras, las nubes y el resto de sus curiosos amigos era el fiel reflejo de la moral adéptica. Por eso, Caminante Errante posó su mirada en la pequeña.
La pena es que, después de pasarse el día meditando al respecto con la cabeza reposada entre sus pequeñas manos, la tierna Yaoyao no consiguió comprender el profundo significado que dejaban entrever las palabras de su maestra, y tuvo que dejar a un lado la cuestión para otro día.
Desbloqueable en Niv. 5 de Amistad

Después de vivir con su maestra durante un tiempo en Liyue, Yaoyao empezó a planificar sus días hasta el más mínimo detalle. Lecciones por la mañana, práctica de lanza por la tarde y, luego, ¡a jugar!
Hasta su maestra decía que jugar era parte fundamental de la vida de un niño y que no había que menospreciarlo, pues tenía tanto valor como estudiar.
Durante sus ratos de juego por Liyue, Yaoyao conoció a mucha gente, como a la capitana de la Flota Crux Meridianam y al médico de la Farmacia Bubu y su pequeña ayudante herborista. Así, cada vez que hay algo que no entiende, puede pedirle su opinión a otra gente.
Yaoyao también disfruta mucho explorando el puerto, visitando el puesto de juguetes de la Abuela Shan, dándose una vuelta por el Restaurante Wanmin y viendo lo que pasa en los astilleros. De hecho, a Yaoyao le encanta curiosear allá donde la dejen entrar.
Así puede ver de primera mano todas esas cosas que no enseñan los libros, como los barcos zarpando a toda vela o una vista panorámica de toda Liyue desde la Terraza Yujing. Gracias a todo ello, Yaoyao puede ver lo grande y vasto que es este mundo.
Aprovechando sus ratos de juego, a veces va con su maestra a visitar al resto de los Adeptus en el Desfiladero Jueyun. Cuando los escucha hablar sobre cosas del pasado, se da cuenta de que las historias de los libros no siempre describen de manera fidedigna lo peligroso de las situaciones reales.
Cada día aprende algo nuevo y cada día el mundo que la rodea cambia, por lo que todos los días son distintos al anterior.
Eso es lo que más le gusta a Yaoyao de Liyue; que la vida en la ciudad sea como un río muy largo que no deja de fluir.
En comparación, la tranquila vida que llevaba con sus padres en las montañas no era más que un silencioso y tranquilo riachuelo. Y eso no estaba mal, pues ese apacible y parsimonioso riachuelo le había brindado todo tipo de bellos y cálidos recuerdos.
Pero el gran río de la ciudad también es genial, ya que la anima a seguir mejorando cada día, a crecer como persona hasta convertirse en una adulta para que tanto sus padres como su maestra puedan estar orgullosos de ella.
Y así, entre anhelos, es como crece la pequeña Yaoyao, soñando con el día en que se convierta en una gran persona.
Desbloqueable en Niv. 6 de Amistad

Caminante Errante tiene conocidos a lo largo y ancho de Liyue, así que no tardó mucho en hacerles una visita a todos y cada uno de ellos para explicarles que, como Yaoyao aún no había terminado su instrucción, les agradecería enormemente que pudieran ayudarla si se la encontraban, pues pensó que así podría ampliar sus horizontes y aprender.
Con lo que no contaba Caminante Errante era con que la ternura y la dulzura de la niña llegarían a encandilar a Preservadora de Nubes, que se tomó muy literalmente la petición de su compañera Adeptus.
Sin que ni ella ni Yaoyao lo supieran, Preservadora de Nubes decidió crear un conejo mecánico para la pequeña.
“Toma, Yaoyao, esto es para ti. Si alguna vez estás en peligro, no dudes en pedirle ayuda”.
Yaoyao se enamoró inmediatamente de su nuevo conejito y decidió llamarlo “Yuegui”. Desde aquel momento, siempre lo ha llevado allá donde va.
En cuanto le entregó el obsequio a la pequeña, Preservadora de Nubes fue a hablar con su maestra.
“Has de saber que ese conejo mecánico tiene una función muy especial: si algún día pierdes de vista a la pequeña Yaoyao, grita ‘¡Yuegui!’ y sabrás inmediatamente dónde se encuentra. Pero tampoco abuses de esa función. Cuando crezca, querrá tener su privacidad y no le gustará que la uses para encontrarla a la más mínima ocasión. Has de seguir mi ejemplo, pues yo no vigilo excesivamente a Shenhe”.
“Sí, sí, lo entiendo, Preservadora”.
“De acuerdo. Y no olvides que, si alguien osa meterse con Yaoyao, Yuegui no dudará en alertarnos al respecto. Y si eso ocurriera, más les vale rezar por sus vidas”.
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“¿Por qué recibí una Visión?”, no dejaba preguntarse Yaoyao cuando recibió la suya.
¿Fue un regalo de los dioses por haberse portado bien? ¿O era porque, al respetar a su maestra y seguir el camino de los Adeptus, los dioses la consideraban una buena niña?
Al pensarlo, se dio cuenta de que tanto Xiangling como Shenhe, que era discípula de Preservadora de Nubes, también tenían una Visión. ¿Será que, como los Adeptus contaban con el beneplácito de los dioses, los discípulos de los Adeptus también gozaban de ello por extensión?
Por más vueltas que le diera al asunto, no terminaba de comprenderlo.
Un día, Yaoyao se sentó en la montaña que hay a las espaldas de Liyue, pensativa, abrazando a un perrito que la había seguido todo el camino hasta la cima, y suspiró.
Aquella no era la primera vez que se topaba con una pregunta sin respuesta desde que había dejado atrás su vida en la montaña con sus padres. En esos casos, su solución era dejarlo pasar y esperar a ser un poco más mayor para entenderlo.
Pero ahora que tenía una Visión, sentía la presión de estar a la altura de ese símbolo de reconocimiento divino.
Como digna discípula de su maestra, Yaoyao debía proteger a los demás de la misma manera en que lo hacía ella. Y eso no solo implicaba cuidar a su mentora, sus compañeras discípulas, su familia y sus amigos, sino también ser considerada con todo el mundo. Eso quería decir que aún tenía que seguir esforzándose, así que decidió que a partir de entonces entrenaría un poco más de tiempo con la lanza y escribiría una hoja más para practicar la escritura.
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